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jueves, 8 de septiembre de 2011

¿Y ahora que me pongo...frío o calor?

Cada vez que tenemos un golpe, nos doblamos un tobillo, tenemos un hematoma, nos duele la espalda…siempre nos viene a la cabeza eso de…¿me pongo calor o me pongo frío?….Siempre han sido nuestras madres y/o abuelas las que han tomado cartas en estos asuntos, pero en la mayoría de los casos es contradictorio con lo que nos dicen por ejemplo amigos o compañeros o algún otro familiar….de aquí la gran frase: “De fútbol y de medicina todo el mundo opina”. En este caso concreto ni incluso entre profesionales sanitarios nos ponemos del todo de acuerdo.

Está claro que lo que aquí exponemos no pretende sentar doctrina, sino que como ya todos sabemos nuestro blog pretende eso, que se interactúe, que opinemos todos, y que cada uno de los lectores exponga su propia experiencia, para que esto sea más dinámico.

La gran pregunta es: ¿le pongo calor para que se relaje la zona o mejor le pongo frío para aliviar el dolor de la zona? Lo primero que tenemos que tener claro es para que sirve cada uno de ellos.

El frío terapéutico.

El frío nos ayuda a calmar el dolor por el efecto anestésico y a reducir y/o controlar la inflamación de la zona aplicada.

El frío lo utilizaremos siempre en lesiones agudas dolorosas como por ejemplo: esguinces, golpes, pequeñas roturas musculares, etc.…

El efecto del hielo es sobre todo más importante en las primeras 24-48h, y no lo usaremos pasadas las 72 h, a menos que exista aún componente inflamatorio.

La acción específica del hielo se debe al efecto vasoconstrictor que reduce la llegada de sangre en la zona lesionada, por lo que reduce e incluso detiene el avance del proceso inflamatorio.

Debemos tener claro la aplicación del frío no debe ser directa, cubriendo la bolsa de hielo con una toalla por ejemplo. Las aplicaciones serán de no más de 15 minutos, dejando tiempo para el descanso entre aplicaciones.

En farmacias-ortopedias, podemos encontrar unas bolsas especialmente diseñadas para esto (hot-cold pack), que contienen en su interior un gel que no se congela por lo que se adaptan más fácilmente a la zona  a tratar, por ejemplo articulaciones como rodillas, hombros, etc.…Un pequeño truco es meter en el congelador bolsas de guisantes que también se adaptan a la zona muy fácilmente  y así el frío será aplicado uniformemente.

Calor Terapéutico

El calor, al contrario del frío, será aplicado en dolencias de tipo crónico y en las que el componente inflamatorio no exista o sea mínimo.

El calor lo utilizaremos en lesiones como contracturas o dolores musculares a cualquier nivel y como inicio de tratamiento previo a cualquier ejercicio importante o rehabilitación por ejemplo.

La acción específica del calor se debe al efecto vasodilatador, que aumenta la llegada de sangre en la zona lesionada, por lo que mejora el flujo sanguíneo además de favorecer  la elasticidad y plasticidad de las fibras musculares aumentando  la movilidad muscular y articular.

El calor lo podemos aplicar con mantas eléctricas, con bolsas de agua caliente o bien con los mismos dispositivos que aplicamos el frío (hot-cold pack), ya que estos permiten tanto el congelarlo o el meterlos en el microondas para aplicar calor. Las aplicaciones también en este caso deben ser intermitentes y no mantenidas en el tiempo en exceso.

Se debe tener la misma precaución que con el hielo, por el peligro de sufrir una quemadura, es decir cubriéndolos por ejemplo con una toalla.

Esperemos que estas ideas claras y concisas nos ayuden a tener algo más de información práctica y útil, y que  una lesión no vaya a empeorar por aplicar lo contrario a lo que en realidad estaría indicado.

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